2.2024 - Microrrelato: LA TRAMA DE LAS TELAS.
La noche se comió las arañas y escupió las telas. Tropecé con ellas y caí en un charco. Los hormigombres de Cortázar y un enano de estatura no homologada fueron mis socorristas. De la verija para abajo quedé hecho un desastre, para arriba, lo soy de nacimiento. De pie y apurando el paso y con mi dignidad escurriendo vergüenza por mi facha llegué al destino pactado. El Café Común y Corriente, me sorprendió. Aún no decido o recuerdo qué me conmovió más. Sé que sé, pero los gritos todavía me desconcentran. En la puerta del Café tres señores mantenían una acalorada discusión. Reconocí a mi vecino, Fernando Vidal Olmos, los otros dos, no, un ciego y un memorioso.
Entré al Común & Corriente y mi amigo Florentino Ariza estaba esperándome. Me senté y Gabriel, el mozo de mayor antigüedad y trayectoria, nos sirvió a cada uno un Macondo doble en las rocas. Bebimos mucho. Cuánto, no sé, pero el memorioso recuerda que fueron cien años de soledad,un el zahir y cerramos con un todos los fuegos el fuego.
Desperté pasado el mediodía en una cama ajena. El sol me lastimó los ojos y escuché a la resaca martillar mi cráneo desde adentro. El ciego me tranquilizó y me convidó con un té de yuyos anglosajones. Se movía entre las palabras con la soltura y agilidad de un atleta olímpico y tengo que aceptar que con los puntos y comas lo hacia con maestría. Pasé el día con él. Me trató bien.
Poco después de la hora del mate vespertino me encontré repuesto y listo para partir. La despedida no fue solemne ni mucho menos, pero si algo criptica para mi gusto. Me abrazo y me dijo entre puntos suspensivos: —Y que no temieran—. Caminé mucho. No quería regresar a casa aún. Me entretuve en la rayuela desdibujada de una plaza. Y con el último salto, el silencio del cielo y la agonía de la tarde lo comprendí todo.
Soy la vigilia de la noche, la pesadilla de las arañas y la trama de las telas.
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