L a noche se comió las arañas y escupió las telas. Tropecé con ellas y caí en un charco. Los hormigombres de Cortázar y un enano de estatura no homologada fueron mis socorristas. De la verija para abajo quedé hecho un desastre, para arriba, lo soy de nacimiento. De pie y apurando el paso y con mi dignidad escurriendo vergüenza por mi facha llegué al destino pactado. El Café Común y Corriente, me sorprendió. Aún no decido o recuerdo qué me conmovió más. Sé que sé, pero los gritos todavía me desconcentran. En la puerta del Café tres señores mantenían una acalorada discusión. Reconocí a mi vecino, Fernando Vidal Olmos, los otros dos, no, un ciego y un memorioso. Entré al Común & Corriente y mi amigo Florentino Ariza estaba esperándome. Me senté y Gabriel, el mozo de mayor antigüedad y trayectoria, nos sirvió a cada uno un Macondo doble en las rocas. Bebimos mucho. Cuánto, no sé, pero el memorioso recuerda que fueron cien años de soledad,un el zahir y cerramos con un todos...